«Matignon se embarca en la aventura ferroviaria»

qy el paisaje se desdibuja, a veces es útil para ganar altura. Inmerso en la bronca provocada por su reforma de pensiones, el gobierno se plantea las próximas décadas. Después de haber allanado el camino para la reactivación de las energías nucleares y renovables, se embarcó en la aventura del ferrocarril. Iba a anunciar este viernes 24 de febrero un gran plan de 100.000 millones de euros destinado a cambiar el tamaño de la red ferroviaria francesa. Un escenario ambicioso, ideado por el Consejo de Orientación de Infraestructuras y apoyado por el director ejecutivo de SNCF, Jean-Pierre Farandou.

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La ecuación es sencilla. Como prioridad, la lucha contra el calentamiento global pasa necesariamente por una revolución en el transporte, que por sí solo genera un tercio de las emisiones de gases de efecto invernadero. Por supuesto, esto implica el automóvil y el camión eléctrico, pero también una proporción enorme de viajes desde la carretera hasta el tren, diez a cincuenta veces menos contaminante que el automóvil. De ahí la ambición mostrada por el jefe del operador de aumentar la cuota de viaje del tren del 10% al 20%.

En segundo lugar, requiere un esfuerzo considerable para modernizar la red ferroviaria. Debido a su compromiso con el prestigioso y muy meritorio TGV durante cuarenta años, la empresa y el Estado han infravalorado el resto de la red, en especial la de proximidad y la vida cotidiana. En consecuencia, el tren francés, el que funciona, es un «tren de ricos», mucho más caro que el coche o el avión. Porque es el viajero, sobre el precio del billete, quien financia este éxito tecnológico.

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Para convencer a la población, en nombre de salvar el planeta, de que tome el camino de las estaciones y no el de las carreteras, es necesario, por tanto, modernizar la red no TGV, que es una de las más deterioradas de Europa, con una media de edad dos veces superior a la del tren suizo, referente en este campo.

Este proyecto eternamente encargado es considerable. Incluso con excelentes resultados financieros como en 2022, el grupo, y por tanto sus pasajeros, solo pueden financiar, con casi 3.000 millones de euros anuales, el mantenimiento de la red, no su modernización. Corresponde al Estado y por tanto al contribuyente hacer el resto del camino. De ahí los 100 mil millones.

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Si bien la factura será ampliamente compartida –el COI estima que las comunidades y Europa se llevarán una buena parte–, esto representa una suma considerable, sobre todo teniendo en cuenta la deuda pública. Así que haremos elecciones. El TGV Bordeaux-Toulouse esperará a que pase el RER. Un cambio de perspectiva.

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