Félix Millet, el hombre bajo el paraguas, de Agnès Marquès

El hombre bajo el paraguas. Eres Fèlix Millet el día que salta el escándalo que se ganó confirmando: el expolio de 23 millones de euros del Palau de la Música. El hombre influyente y respetado, tocado por la gracia de una saga familiar arraigada en el Palau de la Música, la cultura y el poder, crecida al abrigo de las 400 Catalan Families of the burguesía que regentaban Catalunya a su manera -algunas de las cuales creyeron, como lo hizo Millet, que era su chiringuito-, caído en la peor desgracia y sin protección alguna . La tradición del mijo a través de una de las instituciones que más prestigio daba al catalanismo nunca fue perdonada y fue el momento en que el restaurante de la sociedad catalana, incluso algunos de los suyos, se tomó la vengó.

«Poco que decir de él», de la consellera de Cultura, Natàlia Garriga, al conocer la noticia de su muerte. Más de media condena por cumplir, causa abierta todavía y la mitad de lo expoliado por devolver. Nadie se separó en él ‘la obra del artista’, nadie lo concede nada en su adiós, ni tan solo la dignificación del edificio del Palau a principio de siglo. No queda nada bueno para Millet porque lo que llegamos a saber de sus artimañas superó lo grotesco, y el apego por el buen gusto sigue siendo algo que la burguesía catalana conservó, aunque las nuevas generaciones tendrán menos interés, en general, en demostrar su poder a través de instituciones culturales como el Palau. Le tomó el pelo a todo el mundo, hasta a los suyos, comenzando por su suegro. Que deshonrado.

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El prohombre de la catalanidad se convirtió en el peor enemigo de la burguesía. Con su suerte (sin duda provocada por el mismo) cayeron otras bicicletas señaladas poco antes por otro integrante de esas familias de buen nombre y protagonistas de la cultura catalana. Era en 2005, un año antes del escándalo Millet, cuando Pasqual Maragall amplió el dedo índice en el Parlament y pronunció el famoso 3%. Desde ahi hasta hoy, el declive de la catalanidad burguesa y la llegada al poder de «los otros catalanes».

El paraguas no le ahorró el chaparrón ni en el día de su fallecimiento.

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