El Güero Palma, capo veterano del cartel de Sinaloa, marcado por la sed de venganza

El Güero Palma, capo veterano del cartel de Sinaloa, marcado por la sed de venganza

Héctor Palma Salazar «alías El Güero Palma», durante su segunda detención en 2016.Secretarios de Estado / Secretarios de Estado

La inminente liberación de otro narcotraficante histórico ha reabierto la puerta a viejos fantasmas en México. Inesperada resolución judicial llega al penal del Altiplano en la madrugada del sábado: Héctor Luis Palma Salazar, seudónimo Guero Palma, uno de los jefes del cartel de Sinaloa, fue absuelto de los cargos de crimen organizado. Concluido desde 1995, si ningún otro tribunal mexicano lo solicita antes del martes, el veterano del Chapo Guzmán, con quien comparte la corona criminal en la década de los noventa, vendettas personal e incluso la vida tras las rejas, volverá a salir a la calle.

A pesar de los 80 años de Capo, la onda expansiva de la decisión del juez ha llegado al Palacio Nacional, que ya instaló 32 fiscalías estatales e incluso el Ministerio de Relaciones Exteriores para rastrear cuentas pendientes más justas en Palma con la justicia. El objetivo no es repetir lo sucedido con Rafael Caro Quintero, quien fue liberado en 2013 tras un controvertido fallo judicial. El narcotraficante histórico, fundador del cartel de Guadalajara en la década de 1980, lleva 28 años en prisión y aún lleva más de una década tras las rejas. Luego de su liberación, Quintero se convirtió en un dolor de cabeza para las autoridades mexicanas. Narco de narcos está de vuelta en el negocio y hoy es el fugitivo más buscado por la DEA.

En México hay pánico de que suceda lo mismo si se confirma la liberación de Palma. Además, el jefe todavía tiene cuentas pendientes en el inframundo. Un episodio que se remonta a principios de la década de 1990, el cartel de Guadalajara ahora se diluye y el nuevo imperio de Sinaloa está en pleno apogeo. Durante su loca guerra por el control de la frontera occidental, los hermanos Arelano Félix, líderes del cartel de Tijuana, se convirtieron en un asesino en el círculo más estrecho del poder de Sinaloa. Primero sedujo a la esposa de Guero. Luego la mató y envió la cabeza de su esposo a una caja refrigerada de metal.

Una semana después, Guerrero recibió otro mensaje ominoso. Una cinta de video que muestra a sus dos hijos, Natalie y Héctor, de cuatro y cinco años, fueron arrojados sobre un puente de más de 150 metros de altura en Venezuela. Los familiares de los tres Capo están enterrados en un cementerio gigante en Humaya Gardens en Culiacán, Sinaloa. Un colorido fresco los presenta con alas de ángel y nunca faltan juguetes y muñecos para recordar a los más pequeños.

La respuesta de Sinaloa al insulto también fue salvaje. El atacante, el venezolano Rafael Clavel Moreno, fue asesinado rápidamente. Hicieron lo mismo con sus tres hijos y otros tres cómplices venezolanos, que parecían desmembrados en una zanja. Luego cayeron el abogado del cartel de Tijuana y cuatro familiares de la familia Arelano. La venganza dura al menos cinco años, y aún no está claro cuántos cuerpos ha sembrado o si está completamente resuelto.

La amenaza de una nueva venganza

El cartel de Tijuana ahora se considera prácticamente un fósil tras la muerte o el encarcelamiento de todos los hermanos. Pero un nuevo giro inesperado puede resucitar una vieja y sangrienta rivalidad. Eduardo Arelano, uno de los fundadores del clan, también podría volver a las calles de la libertad, según Progreso Milenio Durante la última semana. Encarcelado en Estados Unidos desde 2013, el médico, considerado el director financiero del cartel, logró reducir su condena y será liberado este verano gracias a un programa de cooperación con la DEA.

El propio Palma también pasó por las cárceles estadounidenses tras una espectacular detención. En 1995, iba a una boda en Guadalajara, pero el avión se estrelló. Herido, se refugió en una casa en Zapopan bajo la protección de un comandante de un tribunal federal. El operativo de detención lo encontró en cama. Pasó los primeros cinco años en el penal Puerta Grande de la Ciudad de México, donde conoció a El Chapo, su excompañero desde un principio como ladrón de autos en Culiacán, quien había sido detenido dos años antes en Guatemala. Durante este breve intervalo, el vacío de poder tras la caída del líder lo llenó Guero, quien ocupaba un alto cargo en la mafia sinaloense –jefe de Piazza Sonora y Arizona– desde la época de Félix Gallardo, cartel de El Padrino del Guadalajara.

El gobierno de Felipe Calderón solicitó su extradición en 2007. Recibió una larga sentencia en la prisión de Atwater, California, pero fue liberado en 2016 por buena conducta. Como está sucediendo ahora, el anuncio de su salida ha levantado las alarmas con las autoridades mexicanas. Cuando cruzó la frontera con Matamoros, la Armada y el Ejército lo esperaban para regresar a prisión por el asesinato, al mando de la Policía y su guardaespaldas, quienes, luego de estar presuntamente bajo su mando, se dirigieron al cartel de Tijuana. El 18 de mayo de 1995, en la localidad de Trigomil (Nayarit), sus cuerpos fueron encontrados en una camioneta Chevrolet blanca. Estaban hinchados en la cara con más de 20 balas.

A pesar de su reconocido buen comportamiento durante su odisea carcelaria, las pruebas psicológicas desclasificadas por las autoridades estadounidenses tras su liberación en 2016 lo presentan como un hombre de baja empatía social y alta capacidad criminal. Los mismos documentos enfatizan que nunca habló del espantoso asesinato de su esposa e hijos. En el caso de que se confirme su nueva liberación, el antiguo jefe tendrá la oportunidad de demostrar si este insulto ya se ha zanjado o aún hay sed de venganza.

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