Línea 12: La Fábrica de los Inocentes  Opinión

Línea 12: La Fábrica de los Inocentes Opinión

Un grupo de mujeres ofrece una oración frente a un altar improvisado en el área donde colapsó la Línea 12 en la Ciudad de México.Hector guerrero

La tragedia, ocurrida en la línea 12 del metro, atraviesa a tres jefes de gobierno de la Ciudad de México: Marcelo Ebrard, Miguel Angel Manser y Claudia Scheinbaum.

Marcelo Ebrard dijo que el que «no debe nada, no le teme a nada» y estará sujeto a lo que determinen las autoridades. El Canciller, como Secretario de Estado, tiene jurisdicción.

Por su parte, Miguel Ángel Mancera dijo que «estará atento a los dictámenes periciales que determinen lo sucedido en este evento». Tiene jurisdicción el coordinador del Grupo Parlamentario PRD, como senador.

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La actual jefa de gobierno, Claudia Scheinbaum, dijo que había pedido a la fiscal Ernestina Godoy que acudiera a las consecuencias finales de las investigaciones. Si bien la Constitución de la Ciudad de México estipula que ningún funcionario tiene jurisdicción, ¿cuáles son las posibilidades de que el fiscal vincule a la persona que lo designó con su cargo en el proceso penal?

Si alguno de los tres, o los tres, a través de la acción o la inacción, tuvo alguna responsabilidad por la tragedia, es probable que no haya consecuencias penales para ellos, ya que el marco legal y político está diseñado para proteger a los más poderosos.

El presidente mexicano, Andrés Manuel López Obrador, ha dicho que el compromiso de su gobierno es acabar con la corrupción mientras se barren las escaleras «de arriba a abajo». Sin embargo, continúan los mecanismos para evitarlo. La corrupción en México es un sistema que permite no solo la fabricación de culpables, sino también la fabricación de inocentes.

La fábrica culpable acusa y condena sin la debida protección, siembra pruebas, tortura y encarcela injustamente a un gran número de pobres con los que se cierran las cárceles.

La fábrica de inocentes se desborda de declaraciones en las que la clase política alta «lamenta», «condena», «muestra solidaridad» y «define responsabilidades», pero no asume.

Además de las posibles consecuencias penales, asumir la responsabilidad implica costos políticos no solo para las personas que puedan estar involucradas, sino también para sus partidos y sus candidatos, respectivamente. Esto significa – desde su punto de vista – ganar o perder elecciones, renunciando al poder, cargos, cargos y salarios: «No nos dispararemos en el pie» es la ley de oro que dirige la fábrica inocente y fortalece la complicidad.

La renuncia a la corrupción es una posición política individual, pero también colectiva que nadie toma. Otros siempre se equivocan, otros son corruptos, otros son ignorados. La fábrica inocente confía en el tiempo, esperando los resultados de las investigaciones que nunca llegan, el olvido, el desgaste de los ciudadanos y el hecho de que el nuevo escándalo cubra al anterior.

Al contrario de lo que piensan, inventar gente inocente y no responsabilizarse les cuesta perder las elecciones del PRI, PAN y PRD. Con Morena, la historia puede repetirse porque la transformación radical prometida por el presidente mexicano no llega.

El discurso queda vacío si no se suprimen las jurisdicciones y se exigen renuncias, que permitan a las autoridades competentes juzgar con imparcialidad y sin presiones políticas y, en su caso, sancionar a las más altas esferas del poder, propias o extranjeras.

Pero más allá de eso, la transformación no llega, porque acabar con la corrupción en realidad significa que la verdad y la vida valen más que los votos, que reparar el daño de las víctimas es una prioridad y no repetir los hechos es una prioridad. El fin último de la justicia.

Paola Zavala Saeb es abogado y director de la organización PRÉSTAMO.

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