La resurrección de la biblioteca de Ciudad Rodrigo Cultura
Bárbaros quemando bibliotecas. Lo que parecía un episodio de los libros de texto de historia se convirtió en una realidad humeante el 23 de julio en Ciudad Rodrigo (Salamanca, 12.500 habitantes) en una biblioteca autónoma. Las llamas envolvieron los cientos de copias que fueron leídas por personas quizás sin otra conexión que la literaria. Cualquiera podía entrar en este pequeño edificio de ladrillos para intercambiar libros, respetando siempre su regreso hasta que la noticia del incendio los sacudiera. La ilusión finalmente volvió este miércoles, dos meses después del atentado, con una nueva biblioteca rediseñada y miles de volúmenes donados por el mundo de la cultura: desde grandes autores o editoriales hasta lectores anónimos.
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Las paredes y páginas quemadas se convirtieron en un espacio en blanco con estantes de madera que acogieron esas expresiones de solidaridad que empezaron a llegar apenas se extendió la atrocidad. La situación de salud lo mantuvo cerrado, a pesar de que se concluyó hace unos días, por lo que los usuarios tuvieron que contentarse con mirar por la ventana algunos de los titulares. La parte superior de las ventanas refleja una declaración de intenciones, con referencias coloreadas a personajes clave en las letras, como Rosalía de Castro, Almudena Grandes, Miguel Delibes, Antonio Machado, María Zambrano o Miguel Hernández. El resultado conmovió a Virginia Motta, cuyo mensaje de Twitter en julio provocó un estallido de solidaridad. “La alegría sincera de la gente”, dice, hizo que no supiera agradecer una participación tan grande.
El regreso de la biblioteca enorgullece al centro social Aldea, un proyecto que nació en 2012 para promover la vida cultural de Ciudad Rodrigo y que en 2016 dio el salto a este espacio, en una ubicación céntrica de la ciudad de Salamanca, que sin embargo ya ha sufrido daños y libros quemados poco después de que comenzara a funcionar. Antonio Pérez Solórzano, su director, dijo que el centro autónomo no estaba abierto hasta que se levantaron las regulaciones que exigían 72 horas de cuarentena por cada copia empleada en las bibliotecas, algo insoportable en ese modelo. Mirobrigense sigue sorprendido por la magnífica acogida del pedido de ayuda que se hizo durante el verano: «Estamos arruinados, esperando que no nos dejen ni uno y podamos llenarnos». Incluso las escuelas de la región se han aprovechado de este altruismo, ya que Aldea le ha dado mucho a las escuelas rurales.
No hay tantos días entre estas dos imágenes que salten por un segundo de la tristeza a la alegría.
Así que, a título personal, GRACIAS a todos los que ayudaron a abrir la biblioteca. pic.twitter.com/RqMRvDhUEx
– Virginia Mota San Maximos (@Sopadeyegua) 25 de septiembre de 2021
«La gente está feliz, lo estaban esperando», dijo. La primera mañana de la nueva era la protagonizaron los jubilados, el público más ordinario en el stand durante las horas de trabajo, que pronto ocuparon unas sillas y mesas instaladas por el Ayuntamiento junto al edificio y empezaron a hojear las páginas. Tras el «simple acto de renovación», Pérez Solórzano recomendó al asesor de obra Ramón Sastre, Quijote, de Miguel de Cervantes, «imprescindible» para todo lector. El gerente de Aldea celebra que la acogida triunfe incluso en las librerías de la ciudad, con las que «no hay rivalidad» y que también colaboró: «Creen en el concepto de que cuanto más se lee, mejor».
Nadie en la asociación sabe calcular la cantidad de volúmenes recibidos por temor a no llegar. Más de 700 correos electrónicos llegados en julio fueron respondidos uno por uno, e incluso hubo ofertas que tuvieron que ser rechazadas porque no podían enviar recogidas para personas que ofrecían cientos de libros. Las obras han corrido a cargo del Ayuntamiento (MP): según fuentes del ayuntamiento, se han invertido 6.000 euros en la rehabilitación de la biblioteca y otros 1.000 en adecuar un antiguo pabellón cercano para recoger más ejemplares en caso de que no quepa el original. Pérez-Solórzano agradece el compromiso social: «Si no, no se crea así un chiringuito». Alguna «tontería» habrá que coger un mechero, admite, pero cree en «la bondad del ser humano». Por ahora, el estreno ha encendido la llama de la ilusión.
Aldea utiliza en sus redes sociales un reflejo de una de las escritoras cuyo trabajo espera a los lectores en la biblioteca, Irene Vallejo, para ilustrar esta nueva etapa: “Cada vez que despertamos (…) de la pesadilla de nuestras catástrofes humanas, el libro siempre él todavía estaba allí «. Algunos de los primeros en volar de los estantes fueron La reina roja, de Juan Gomez Yurado, o El juego del ángel de Carlos Ruiz Zafon, fallecido hace poco más de un año. Este último, que se ocupa precisamente de las bibliotecas fantásticas y la pasión por la escritura, deja frases como «hay quien prefiere creer que es el libro el que le elige … El destino, por así decirlo». A partir de este miércoles, los vecinos de Ciudad Rodrigo, que vengan a buscar libros, podrán dejar de meditar sobre quién eligió a quién.