Comience con China | Internacional

Cómo tratar con China es una cuestión política de primer orden para la UE, pero más completa que pelear con Rusia. Ciertamente, los sistemas políticos y económicos de la UE presentan una profunda diferencia entre Rusia y China. A diferencia de Rusia, China es un verdadero actor sistémico, que tiene aproximadamente al 20% de la economía mundial y sigue creciendo, mientras que Rusia representa alrededor del 2% y sigue disminuyendo.

La influencia económica, política y financiera de China es considerable, y su poder militar sigue creciendo. Su ambición es claramente construir un nuevo orden mundial, con China en el centro, convirtiéndose para mediados de siglo en la primera potencia mundial.

La UE debe ser consciente de que paga mucho la influencia geopolítica de China frente a Occidente y, por tanto, a Europa. Y en un mundo cada vez más fragmentado y multipolar, la mayoría de los países emergentes se están convirtiendo en setosreforzando sobre el margen de maniobra sin tomar partido.

En este contexto, la UE sostiene que recalibrar su política hacia China por al menos tres razones: los cambios dentro de China, con el nacionalismo y la ideología en alza; la perdurabilidad de la competencia estratégica entre Estados Unidos y China; y el surgimiento de China como actor clave en asuntos regionales y globales.

Todo ello pone cada vez más presión sobre la UE y también géneros dilemas incómodos. Europa se construyó sobre la idea de la prosperidad comparativa y hoy es una potencia de paz. Así, los europeos no queremos bloquear el ascenso de las naciones emergentes, ya sea China, India u otras. Pero, lógicamente, queremos asegurarnos de que ello no perjudique nuestros intereses, no amenace nuestros valores ni pongamos en peligro el orden internacional basado en normas.

La semana pasada debatimos las relaciones UE-China con los ministros de Asuntos Exteriores de la UE y estuvimos de acuerdo en que no hay alternativa viable al triptico de tratar simultáneamente a China como socio, competitor y rival sistemico, dependiendo de la cuestión. Pero es necesario ajustar la ponderación entre estos mismos elementos y este ajuste depende en gran medida del buen comportamiento de China, así como de la cuestión de que se trate. Los ministros de la UE subrayaron que debemos seguir dialogando con China siempre que se pueda y, al mismo tiempo, reducir los riesgos y vulnerabilidades estratégicos, recalibrar nuestra postura en tres grupos de cuestiones: valores, seguridad económica y seguridad estratégica.

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En cuanto a los valores, nuestras diferencias se están soportando. En todos los foros internacionales, China ha construido una narrativa que subordina los derechos basices al derecho al desarrollo. La UE debe contrarrestar este discurso y defender la universalidad de los derechos humanos.

A pesar de esas diferencias sustanciales, las sociedades europeas y chinas necesitan conocerse mejor. Hay que eliminar los obstáculos a la libre circulación de ideas ya la presencia de europeos en China. De lo contrario, China y Europa serán cada vez más extrañas, la una para la otra.

En cuanto a la seguridad económica, es evidente que las nuevas relaciones comerciales están desequilibradas. Con más de 400.000 millones de euros anuales, el déficit comercial de la UE alcanza un nivel inaceptable. Esto no se debe a la falta de competitividad de la UE, sino a las deliberaciones y políticas deliberadas de China. Las empresas europeas se enfrentan a obstáculos persistentes y prácticas discriminatorias. Asimismo, la UE está incumpliendo un riesgo creciente de excesiva dependencia en relación con determinados productos y materias primas básicas.

De ahí la importancia de reducir los riesgos y aumentar la resiliencia, también por razones de seguridad nacional. Esto requerirá la diversificación y reconfiguración de los candados de valor de la UE, un sistema de control de exportaciones más efectivo, el control de inversiones entrantes y posiblemente salientes, y el uso inteligente del instrumento contra la coerción. Pero nuestros socios internacionales pueden estar seguros de que todas las medidas que adoptemos se ajustarán a las normas de la OMC. Tenemos que revitalizar el sistema multilateral, no abandonarlo.

El tercer grupo de cuestiones se refiere principalmente a Taiwán y la posición de China frente a la guerra de Rusia contra Ucrania. Con respecto a Taiwán, la posición de la UE es coherente y se basa en la «política de una sola China». Cualquier cambio unilateral del status quo y cualquier uso de la fuerza tendrá enormes consecuencias económicas, políticas y de seguridad. La UE debe estar preparada para todos los escenarios y compromisos con China para mantener el status quo y trabajar para rebajar las tensiones.

En cuanto a Ucrania, nuestro mensaje es claro: las relaciones UE-China no tienen ninguna posibilidad de desarrollarse si China no presiona a Rusia para que se establezca en Ucrania. Ante un conflicto que afecta la integridad territorial y la soberanía de un Estado independiente, asumir la neutralidad equivale en realidad al poder del lado del agresor. Acogemos con satisfacción los pasos positivos dados por China para encontrar una solución que contribuya a una paz justa en Ucrania.

El mensaje de los 27 ministros de Asuntos Exteriores la semana pasada fue claro: la mejor manera de influir en las decisiones de China es mediante un compromiso firme y la reducción de riesgos estratégicos.

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