Chile: hasta que la dignidad se convierta en constitución Red de expertos Planeta del futuro
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Dignidad fue la palabra elegida por los movimientos sociales en Chile en 2019 y 2020 para expresar su deseo por una sociedad mejor. Más democrático y justo, en el que el valor intrínseco y fundamental de cada uno de sus integrantes es equivalente y no depende de los privilegios heredados ni de la situación que cada uno pueda brindar en el mercado. De fondo, parecían provocar la necesidad de promoción desmercantilización a lo que apeló Polanyi (1944), para lograr la verdadera ciudadanía social de Marshall (1950), para garantizar tanto los derechos civiles como políticos y sociales, y así gozar de una libertad positiva efectiva, como afirma Berlín (1958).
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Si bien surgieron diversas demandas ciudadanas, finalmente cristalizaron en las principales: reescribir la constitución política de Chile para fortalecer la participación democrática, los derechos sociales, el reconocimiento de los pueblos indígenas y promover un uso más productivo, equitativo y sustentabilidad de los recursos naturales, entre otros aspectos.
Esta solicitud se debe a que, desde 1980, la convivencia entre chilenos se ha regido por una constitución política que no solo tiene el pecado original de ser impuesta por una dictadura, sino también por la instalación de una serie de tornillos para asegurar una «democracia protegida» y un papel moderado para el estado (subsidiaria). De hecho, la Constitución conserva una serie de aspectos de la vida comunes a las leyes orgánicas constitucionales, que, a diferencia de las ordinarias, exigen un elevado quórum de votos para enmendarlas. Estos quórumes fueron particularmente difíciles de lograr debido a la composición distorsionada del congreso nacional debido a un sistema electoral binomial diseñado para limitar la participación democrática de varios grupos minoritarios y sobrestimar la representación de las fuerzas conservadoras en las decisiones legislativas del país. Por si fuera poco lo anterior, se plantea un tribunal constitucional, que en varias ocasiones ha vetado legislación aprobada por el Congreso.
En octubre de 2020, un plebiscito aprobó con el 78% de los votos una reforma de la Constitución a través de una asamblea. Esta fue elegida hace solo un mes, lo que supuso una fuerte victoria de los sectores progresistas e independientes sobre los más conservadores.
Uno de los aspectos que más atención y debate ha recibido durante la explosión social es la educación. Esto no es sorprendente, ya que no solo los estudiantes de secundaria y universitarios son los principales actores movilizadores de este brote (y otros de 2006), sino que el sistema educativo actual, a pesar de las muchas reformas que ha experimentado, aún encarna y refleja profundas desigualdades en Chile. sociedad.
Hoy, con 20 docentes elegidos en virtud de la convención constitucional de un total de 155, sin duda la educación será de particular importancia en el debate sobre la constitución.
¿Cuáles deberían ser los principales cambios en esta área? Para responder a esta pregunta, entre SUMMA y la Iniciativa Global de Derechos Económicos, Sociales y Culturales, realizamos un estudio legislativo con enfoque comparativo, analizando más de 20 constituciones en el mundo y el derecho internacional sobre el tema. Desde este punto de vista, el estudio revela diez temas críticos que deben ser abordados por la nueva constitución. Entre las reformas clave necesarias se encuentran:
El interés superior de las niñas, los niños y los adolescentes debe estar por encima de los intereses de los propietarios de las escuelas.
1. Garantizar el derecho a la educación: la educación debe convertirse en un derecho a litigar, como es el caso, por ejemplo, de Canadá, Finlandia y Japón. Hoy en día, no es posible recurrir a los tribunales en caso de violación de este derecho, que la constitución permite para el caso de la libertad de educación, generando un desequilibrio. Por su parte, como lo establece el marco internacional, el derecho a la educación debe garantizar la gratuidad y el acceso a la misma sin discriminación, su calidad y su relevancia para el territorio y la población a la que atiende. Estas consideraciones faltan en la constitución actual.
En cuanto a su enfoque, el derecho a la educación debe entenderse como un derecho a lo largo de la vida, cuyo objetivo no es solo buscar el pleno desarrollo de la persona sino también de una sociedad democrática, inclusiva y justa. Finalmente, este derecho requiere el reconocimiento de que cada alumno debe ser apoyado de acuerdo con sus necesidades para asegurar el fin de las brechas educativas actuales que son incompatibles con la verdadera igualdad de oportunidades. Por lo tanto, todos deben incluirse sin excepción, como se establece en el último informe de UNESCO y SUMMA sobre el monitoreo del derecho a la educación en América Latina.
2. Consolidar el rol del Estado: desde la década de 1980, Chile ha sido uno de los países más privatizados del mundo en materia de educación escolar y universitaria. El debilitamiento constitucional del papel del Estado y su limitación a los auxiliares explica en parte los altos niveles de desigualdad y segregación en el sistema educativo. Para revertir esta situación, de acuerdo con las diversas constituciones del mundo (alemana, francesa, finlandesa), se debe otorgar al Estado un papel de garantía y se debe priorizar la educación pública, como lo hicieron las constituciones anteriores de Chile (1833 y 1925). ). Garantizar una educación pública justa, inclusiva y de calidad debe ser una prioridad clave para el Estado chileno en este sector.
3. Redefinir la libertad de educación sometiéndola al derecho a la educación: el interés superior de las niñas, los niños y los adolescentes debe estar por encima de los intereses de los dueños de las escuelas. La libertad de educación debe estar sujeta al derecho a la educación, contrario a lo que está sucediendo hoy en la Constitución chilena. Se debe reconocer la libertad de enseñanza para enriquecer la oferta educativa. Sin embargo, esto debe estar al servicio de un sistema educativo más innovador que exprese mejor la diversidad de la sociedad y sus territorios, y no debe ejercerse para excluir, segregar y crear guetos socioculturales.
El debate constitucional apenas comienza y esperamos que los votantes y la sociedad chilena aprovechen esta oportunidad histórica. Es fundamental poder canalizar institucionalmente el descontento social. Sabemos que la constitución no resolverá mágicamente todos los problemas, pero es un elemento clave en el camino hacia la construcción de una sociedad más democrática, cohesionada y justa.
Javier González Es Director del Laboratorio de Investigación e Innovación en Educación para América Latina y el Caribe, SUMMA, y socio de la Universidad de Cambridge; Y. Rafael Carasco es el subdirector de SUMMA.
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