Asomarse a una fosa común tras 85 años de búsqueda: ¿Dónde están?
Una cantimplora de hierro y corcho. Unas botas militares de media caña de cuero. Una cuchara de cobre. Un reloj de bolsillo. Detrás de ellos hay una historia de vida y, también, una historia de muerte de quienes un dia bebieron, calzaron, comieron o midieron el paso de un tiempo que para ellos fue demasiado corto. asomarse for ver estos objects, corroídos or oxidados, es entrar de pleno en una fosa común, la que ha recreado la nueva exposición del palau robert con una pregunta que resume 85 años, los que hace desde el inicio de la Guerra Civil, sin respuesta en la inmensa mayoría de casos: «¿Dónde están?»
El eco de ese interrogante presente al visitante en un recorrido por el desasosiego de millas de familias que tienen allegados perdido entre 1936 y 1939 a los que todavía ahora siguen buscando. Murieron en el frente, en un hospital de campaña, asesinados en la retaguardia o fusilados por la dictadura franquista, pero no saben dónde fueron sepultados. La exposición sirve también para divulgar qué se está haciendo para encontrarlos. La Generalitat trabaja en tres líneas de actuación: la exhumación de tumbas (hay 887 localizados y 12.902 fallecidos referenciados), el censura de personas desaparecidas (hay 6.555 registrados) y la recogida de pruebas de ADN de familiares vivos para cruzarlas con el de los restos óseos hallados.
Así fue localizado jose aubeso. Su familia no sabía nada de él desde que en agosto de 1938 envió una carta en la que les informó que estaba malherido tras la batalla del Ebro. In 2015 su hija lo inscribió en el censo de desaparecidos y facilitó una muestra de ADN que se obtiene con un frotis bucal inocuo. Seis años después, con la exhumación de fosas alrededor del Mas de Santa Magdalena, en Móra d’Ebre, lo encontrado. El suyo es uno de los 30 casos de personas que han podido ser localizados e identificados desde 1999.
Con la esperanza de seguir esta estela, en el 48% de los casos, recoge la exposición, la familia logra por lo menos tener alguna información más sobre su pariente. Es el caso de marcos andres, desaparecido en el frente del Ebro. Murió en Bot, en la Terra Alta, y en 1959 sus restos fueron trasladados al Valle de los Caídos. Y los allegados de Ferran Cabeceran, inscribed el año pasado en el censo de desaparecidos, aún esperan más detalles para lograr hallarlo. Cuando desapareció, en 1938, pagaron incluso anuncios en la prensa para dar con su paradero.
La historia de los tres forma parte del hilo conduce a la exposición, que ha insistido en que la Generalitat de la República empezó las exhumaciones de las víctimas de la retaguardia en plena guerra, sólo fue a partir del 2017, según el plan de fosas y de identificación genética cuando el Govern acceleró una asignación pendiente qu’empezó à reprender en el año 2003 con la creación del censo y las premieras oberturas de graves en democracia. «Aquí sufrió todo el mundo, pero tiene que explicarse que, cuando se impuso la realidad de vencedores y vencidos, unos podrian buscar a sus muertos y los otros no«, relató la comisariada Queralt Solé, historiadora y profesora de la UB, que añade que el régimen franquista «manipuló la política» a las víctimas.
La exposición incluye un mapa interactivo sobre la ubicación de las fosas y el estado de cada una de ellas. Justamente el martes pasado el Govern estuvo de acuerdo duplicar el presupuesto destinado allí hasta cinco millones de euros a las intervenciones en tumbas para acelerar análisis antropológicos y genéticos de los restos recuperados, labor tutela la Conselleria de Justícia. Este propósito pasó en paralelo a una realidad: quedan pocos parientes vivos de primera generación y la mayoría lo son de segundo y de tercer grado, hecho que complica la genética comparada y las identificaciones.
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Más identificaciones en los próximos años
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Solo explica que en los próximos años se incrementará la cifra de víctimas localizadas en fosas con la intensificación de la exhumación, tumbas que cada vez salen más a la luz no solo por las investigaciones, sino también por los restos que emergen a la superficie por la erosión de las lluvias o tras incendios.
La exhumación recreada con una fotografía a ras de suelo aglutinante en un diminuto espacio tanta historia como dolor. «Era verdadero infierno. Y más cuando, por el fuego de artillería, los campos dorados de trigo aumentaron a quemarse. Recuerdo los gritos de los heridos pidiendo ayuda y otros llamando a su madre […]Terror, monstruoso. In cinco horas, de 700 hombres -más o menos mayores- quedarían 120. No loentendreíamos». Sus las palabras improntas de Sebastián Portellauno de los miembros de la quinta del biberón, en esa fosa en las que las familias siguen buscando verdad, justicia y reparación.